Massa ejecuta el Plan Llegar… ¿A las PASO?

Una de las descripciones más repetidas por dirigentes y partidarios de la oposición es que el plan económico que lleva adelante el ministro Sergio Massa no es otra cosa que un “Plan Llegar”, que como máximo aspira a que el reconocimiento de los múltiples desequilibrios que aquejan a la economía argentina logre ser evitado por la administración actual y le sea conferido en herencia a quienes asuman el gobierno a partir del 10 de diciembre.

En realidad, una economía desequilibrada no es algo muy diferente de lo que Mauricio Macri recibió en diciembre de 2015, o de lo que Alberto Fernández recibió en diciembre de 2019. Para unos y otros, la herencia, a la vista del mandato popular recibido, era insoportable y, a la vez, una buena excusa para no tomar las decisiones dolorosas que la realidad reclama.

El plan de Massa parece vulnerable. Si llegar a diciembre sin sincerar los desequilibrios ya era un gran desafío, a la luz de la escasez de reservas, la desaceleración económica, la inflación en alza, el déficit fiscal sin financiamiento genuino y las dificultades para renovar los vencimientos de la deuda en pesos, lograrlo con sequía luce heroico. Tan heroico que no son pocos ya los que aventuran que no habrá que esperar a diciembre, sino sólo hasta la elección PASO, para que llegue el momento de la verdad.

Los recortes a las estimaciones de la cosecha de soja y maíz no cesan. Cada semana, un nuevo pronóstico tira los números hacia abajo. Hasta la semana pasada los economistas calculaban menores exportaciones por US$20 mil millones y un impacto negativo de 3 puntos en el PBI. El jueves, la Bolsa de Cereales volvió a bajar sus cálculos.

¿Qué puede hacer el gobierno ante tal impacto? Sería sensato reducir el gasto público, de modo tal de evitar tener que emitir dinero para financiar el exceso de gasto que el mercado de capitales no está dispuesto a financiar. Pero bajar el gasto no parece ser una decisión que cuente con respaldo político dentro de la coalición de gobierno, que parece preferir la hoguera de la inflación a la hoguera de la recesión. Va camino de arder en ambas.

También podría ser sensato convalidar un aumento del tipo de cambio, de forma de estimular alguna liquidación de stocks exportables y retraer la demanda de dólares para importar. Pero tampoco devaluar parece agradable al oficialismo. Por evitar el anatema de la devaluación, prefiere perder entre US$80 y US$100 millones diarios. Son dólares que el Banco Central ya no tiene. ¿Cuánto van a tardar los depositantes en descubrir que son sus depósitos en dólares los que pagan la cuenta?

Si el contexto climático e internacional fuera otro, haber extendido los vencimientos de la deuda en pesos y haber renegociado las metas del acuerdo con el FMI podrían haber apaciguado las aguas. Pero el contexto es el que es, y no alcanzan los cuidados paliativos. Los agentes económicos reconocen la necesidad de una cirugía mayor y actúan en consecuencia, sin importarles que el ajuste llegue ahora o a fin de año.

Mucha gente repite que la “suerte” siempre ayuda al peronismo a evitar que las crisis que incuba le estallen. En 2023, la suerte parece haberse vuelto esquiva; hasta el cielo parecería haberse puesto en su contra. La sequía es el fin de la suerte del peronismo.

En realidad, hay algo peor que tener mala suerte en 2023: según los pronósticos, en 2023 se acabarían los tres años de La Niña y regresaría El Niño, generalmente favorable para los cultivos. La escasez de dólares y la recesión de 2023 serían más dólares y más crecimiento en 2024. En otras palabras, buena suerte para el que venga. El gasoducto Néstor Kirchner, el nuevo oleoducto que unirá Vaca Muerta con Bahía Blanca y la entrada en producción de varias operaciones de litio sumarán a la buena fortuna de quien tome el timón en diciembre.

Ante este panorama, los dirigentes y asesores de la oposición deberían evitar perder el tiempo en comunicados incendiarios que buscan acelerar la crisis, y dedicarse a armar un plan claro para aprovechar el cambio de los vientos. No habrá mucha tolerancia popular para quienes malgasten su tiempo culpando a la herencia.

Muchas cosas que tiran para abajo en 2023 jugarán a favor en 2024. La suerte no estará a favor del oficialismo este año e incluso “llegar” lo dejará demasiado exhausto como para lograr reelegirse. Queda desear que la suerte no provoque retrasos en introducir los cambios que la realidad reclama de manera urgente.

Fuente: El Entre Ríos

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